El cruzó frontera a tierra extraña, cruzó mi mirada penetrando la ansiedad de un sentimiento. Extendí en ese instante mis temerosas manos, sin alcanzar las suyas.
Con la ansiedad de inquietud por su presencia sin dudarlo me sujeto muy fuerte de la cintura con la misma seguridad de siempre de reconocer lo que ya era suyo.
No existía palabra, el aroma lo decía todo, un gran día había llegado después de tanto deseo.
El tiempo nos regalo una pausa total por tanto perdido. Iba entre nosotros el silencio a espera de un gemido.
Su mano conducía lentamente lo prohibido, estaba temerosa por su mirada, deleitándome por su suave dejo que solía engalanar aquel momento con frases propias regaladas para mí.
El tocar sus pocos cabellos, su piel y mirar sus lindos ojos, me excitaba al deseo. Sin embargo el dominaba el momento, soltó mi cabello muy delicadamente, sin dejar de recorrer mi cuello reconociendo mi aroma entre sus pensamientos.
El aroma de nuestros cuerpos se iba penetrando entre nuestras ropas, nos reconocíamos saboreando nuestros besos, sus labio eran por fin mió, su cuerpo lo seria muy pausado.
Sus manos recorrían suavemente cada rincón de mi cuerpo, inclinándome al desenfreno total del momento, donde daba pasó al contacto más prohibido donde sus labios iban mordiendo los míos…
Mis oídos eran temerosos de tanto deseo, gozaba al escuchar cada respirar suyo, mas aun cuando no dudo en sujetarme la cadera mirándome con deseo, mientras besaba mis pechos que había sido anhelo propio por mucho tiempo, hoy era el dueño.
Hoy recuerdo el recorrido que dirigía sus labios jugando con mi ombligo, disfrutando como mi cuerpo le pedía al suyo que siguiera, perdiéndome en el espacio. Siendo el mismo hombre dominante que ansiaba. Dominando totalmente todo.
Sus caricias estremecían todo mi cuerpo, no tenía capacidad de resistencia, comenzó a jugar al mismo ritmo.
Aun temeraria deje que mis manos dirijan el éxtasis del deseo, de pronto sentí la necesidad entre sus piernas, el juego se hacia intenso, nos besábamos como desesperados, era nuestra última oportunidad de gozar el tiempo pasado.
Lo tuve en desesperación observando sus ojos en cada caricia de mis labios en su cuerpo, lo sentía como lo había esperado, con la suave delicadez que mostraba, la sutileza sensación de que navegue en mí, un gemido era un halago de placer.
El no pudo más, no dudo en dar un brusco y rico movimiento posándose sobre mi espalda, acariciándola, gritando lo esperado, el recorrer de sus manos era maravilloso, era pisar el cielo pecando…
No media el momento, lo necesitaba inmediato, y el gozaba la desesperación en una sola noche de amor…