Tan solo Julián, que iba siempre recorriendo las mismas calles de su queridísima esquina de aquel distrito no tan digno de nombrar… Solitario pasaba aquellas semanas bajo la ausencia de su gran compañero” el chato”, chico risueño y trabajador municipal que día a día sacaba adelante entre muy poco a su apenas integrada familia…
No era de gran envidia puesto que eran como hermanos del alma, aun la sangre no recorría sus venas, fueron testigos de infinidad de acontecimientos a puestas de los mejores momentos. Pero había en el chato apenas aquellos días de arduas responsabilidad hogareñas que no dejo visualizar la soledad que dejaba en aquella mano amiga que de pequeño era signo de reciprocidad.
Julián había sido titulado un reprimido y temeroso de la sociedad, muy intimo a la cobardía humana entre tanta lucha sin ganar desde aquel terrible acontecimiento.
La fatalidad había llegado un día que la cobardía había inundado aquellos pensamientos vacíos no compartido ante muchos…
No dudo en dirigirse ante las lágrimas de aquel puñal que desgarro la yugular entre el nicho del supuesto amor que ya estaría cobrando un latido de desprecio.
Su intimo se negó cien veces a tal tragedia, y hecho un grito tan frió al dolor de aquel momento…ahí en el suelo de aquel digno lugar donde solo quedaban los recuerdos.
El ya estaba tocando puertas al consuelo del cielo. Pero nada justificaba los hechos, la vida es digna de gozarla ante todos los tropiezos y se dejo vencer ante tal soledad engañada en los brazos de aquella…