Mil y una
clasificación sin entender, más aún fue tanta la facilidad y dejo caer rocas
como granizo, donde las lágrimas iban
blanco al corazón, lo escrito era el reflejo consecuente de malos actos y
equivocados, como eco repetitivo a sombra viva…
No dude en
gritar mi silencio al duro recorrido bajo mi filosofía, erase un final
rutinario.
De tanto poco o
mucho merecedor del destino, lo intenté mil veces, observando el poco interés,
acaso era la oclusión imperfecta del silencio, que no ofrecía sus mejores
deseos.
Busque gestionar,
modular e incursionar donde no debí, porque mis manos caían al deseo de lo
odontológico, cuyo puentes protésicos eran el camino que intenté desviar. Dónde
mis oídos sordos creían entender a un frio y elocuente personaje del amor por
necesidad de momento.
Ahí me miré mil veces
por un gesto, sin contexto, pero era mi propia necesidad y el egoísmo o
desesperado estilo de vida que a más de uno había lastimado. Fue el sueño
testigo que iba siguiendo mis pasos, y ahora no han de reconocer las huellas,
puesto que la falsedad lastimo, y condeno al inocente merecedor de tan sólo grito
de piedad y amor.
HILDA GARCÍA HERRERA.