martes, 4 de octubre de 2011

CREÍ EN LO MISMO… Y CAÍ PARA REGRESAR

He creído en tu inocencia pensando en pecar sin lastimar, creyendo que mi sueño era de alta calidad ante tu mirada, aquella que ahora es nula por el tiempo, donde no logro comprender el punto cruel de la partida, era el ritmo rutinario que gustaba caminar, con recuerdos sin sentido, pero propios en un cantar, era lo creciente de cada día, lo majestuoso de mis pensamientos. Y ahora absolutamente nada va a la deriva de una lágrima…
Dejarme partir sin dar un paso firme fue mi debilidad, no he aprendido aun a dibujar mi propio sendero, aun sabiendo mi realidad, he soñado con un llanto mil luceros, buscando mil y unas noches para brillar ante los ojos del sabio que fue el conductor de mis sueños…
Hoy el reflejo vuelve ante mis ojos, busco ver lo real pero no lo creo, tanto ha consumido mi llanto la inocencia sin recordar los años que han pasado y la insignificante experiencia entre los suelos…
De nada ha servido el olvido, ni las risas en cada momento, si creer que lo he podido todo ante la simple existencia de mis días, basto tus manos para acurrucarme, el ruido de tus pasos era mi destino… Lo era ante mi creencia.
Ahora buscaré el olvido en mi memoria, gritando no más a este dolor, durmiendo bajo la sombra de mi profesión y el eco amical de triunfo, aquel que va y viene con palabras usuales de honda sensación a llanto, pero con el glamur de satisfacción y de triunfo.
No existe lo eterno en el alma, ni el suave camino de paz, ya la inocencia ha traicionado mil veces, es hora de buscar el más allá de un simple sueño. Es hora de no dar marcha atrás, aún el dolor este latiendo.
Sé que pasaré días enteros, queriendo despertar, sin embargo esquivare miradas ante mi realidad, y buscare aquel paraje a lo lejos en aquellas tierras donde nunca debí esquivar la mirada, allá directo donde no haya rastro alguno de pecado. Muy lejos donde la traición no es titulada en mi sombra, donde el tiempo no ha borrado señal alguna. Ahí llegare una vez más por necesidad del alma, y de volver a vivir lo que no debí dejar partir.

HILDA GARCÍA HERRERA

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